Oído

"Algunos se sorprendían de que el arma favorita de Heidi fueran los lanzacohetes, bazookas y otras armas pesadas, que alguien vería mucho más adecuadas para el tipo de persona que se inyecta aceite en los músculos y cuya dieta consiste en arroz blanco y pechuga de pollo. No en Heidi, quien sólo consume cocaína y Froot Loops; no en Heidi, a la que se le puede rodear la cintura con dos manos. 

Casi siempre que utilizaba alguno de esos cacharros la joven acababa catapultada hacia atrás, y aterrizaba con su escuálido trasero sobre el suelo. Pero era buena, muy buena. Nadie entendía cómo es que el estridente sonido de aquellas armas no la ensordecían por completo, y es que su secreto mejor guardado, quizá su único secreto, era que estaba sorda del oído izquierdo. A los ocho años el director del colegio de monjas donde estudiaba le dio un sonoro guantazo y le reventó el tímpano. Y por eso disparaba siempre con la izquierda, a pesar de que era diestra. "