viernes, 12 de febrero de 2010

Autobús

Hoy he venido en autobús a casa de Bestia yo solita para entregarle unas amorosas y amorfas galletitas de San Valentin. Y, entre este viaje y el que hice ayer volviendo a mi humilde morada, me di cuenta de diferentes comportamientos de la gente en el autobús, y el que más me llama la atención es que la gente no suele hablar entre ella ni yendo en parejas. Digo "suele" porque, coincidencias de la vida, el charlatán o charlatana, el único del autobús, te suele tocar en el asiento de atrás y te enteras de su vida, obras y milagros durante el trayecto, lo cual ameniza el viaje.

Otro comportamiento anómalo es el de los asientos verdes. Todos sabemos que en los autobuses hay ciertos asientos destinados a personas con minusvalías (temporales o no), mujeres embarazadas y ancianos. Normalmente, y en esta España envejecida, lo que más hay son abuelitos y abuelitas y, sin embargo, suelen sentarse en el asiento contiguo al verde, dejando este vacío e imposibilitando a alguien que no cumpla las características a sentarse.

Esto me ha pasado hoy mismo, hace a penas media hora, cuando me he sentado y delante tenía una pareja de asientos, uno rojo -como todos los demás- y otro, como ya he dicho, verde. El caso es que delante de mí -es decir, en el rojo- había un señor que, bueno, para ser sinceros, cumplía los requisitos de ser un abuelito: piel surcada de arrugas, pelo cano, bastón en mano y boina negra en cabeza. Incluso le acompañaba esa tos seca y angustiosa que acompaña a todos los hombres de avanzada edad.

Sin embargo, este hombre, como ya he dicho y mira que no me gusta repetirme, iba sentado en el asiento destinado a personas que no necesitan un asiento con urgencia, mientras que el que había a su lado, destinado a gente como él, se encontraba vacío. Y no es la primera vez que lo veo; ¿se deberá este extraño comportamiento daltónico a la vanidad atribuída al ser humano respecto a aceptar que el cuerpo de uno comienza a ser el cuerpo de un anciano? ¿Será vergüenza u orgullo por aceptar que uno necesita de asientos especiales para situar sus posaderas?

Sin embargo, habiendo desaparecido ya este señor, una pareja de adultos entró acto seguido en el bus y, ni cortos ni perezosos, decidieron ocupar los dos asientos, siendo los dos altos y vigorosos negros. Vamos, que no les vi ningún tipo de tara física ni psíquica. ¿Será que los jóvenes no tienen vergüenza de ocupar asientos que podrían servir para calmar las varizosas (toma palabro) piernas de una señora mayor porque saben que, precisamente, son jóvenes?

¿Y por qué los jóvenes no tienen vergüenza de mostrar lo que son y los ancianos sí, pese a que, por definición, los jóvenes son perversos, y a la vejez, por definición, no le queda fuerzas para serlo?

¿En qué momento hay que aceptar que uno está preparado para sentarse en el asiento verde? ¿Y en qué momento a uno le importa un comino que otro esté preparado para el asiento verde pero no encuentre ninguno en el que sentarse?

En fin, quizá haye la respuesta en otro viaje en autobús.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...