lunes, 31 de mayo de 2010

Miserable

El jueves por la mañana mi padre fue a recogerme las notas a clase, pues yo estaba esperando un vuelo que se retrasaba (ya pondré las fotos, promisss) y me dijo que había suspendido inglés y filosofía.

Bueno, filosofía para mí, a estas alturas de la vida, me es imposible aprobarla. He probado con todo (incluído estudiar. Es broma, siempre estudiaba) y no he aprobado.
¿Que la profesora me tiene manía? Siempre he tratado de evitar ese término porque en el momento en que lo dices pierdes toda la credibilidad. Pero, qué narices, este es mi blog y puedo decir que esa señora, si no manía, un poco de ojeriza por lo menos me tiene. O, como mínimo, me lo hace todo mucho más difícil.

El caso es que mi tutora, mi queridísima Eugenia (la cual me ha puesto un pedazo de nueve en arte. Bien merecido, por cierto) me dijo que si aprobaba todas las demás, el claustro de profesores podría aprobar una asignatura de rebote al alumno en cuestión. Qué bien -me dije- así filosofía estará aprobada.

Pero ah, llega un problema. Y este problema se llama latín, griego e inglés. Pero me puse a fondo y estudié mucho para los examenes de latín y griego, y eso se ve en mis notas, coronadas con un cinco en cada asignatura. Sin embargo en inglés llevamos todo el curso haciendo examenes de gramática, que son muerte y destrucción para mí. Así que traté de estudiar bastante para sacar buena nota -pues llevaba todo el curso peligrando- y la noche anterior al examen me quedé a dormir en casa de Ana para ayudarnos mutuamente.

Sin embargo, a la una de la madrugada, entre debates y estudios, me dio un ataque de ansiedad. De los fuertes, de los que hacía tiempo que no me daban. No sé si sería por los debates políticos, que me ponen nerviosa, o por el examen del día siguiente por el que me jugaba la nota.

¿Resultado? Toda la noche casi sin dormir y al día siguiente llegar rendida al examen. Pues bien, tengo un bonito 4 en la evaluación de inglés.

¿Y qué pasa ahora? Pues ahora pasa que vuelvo a septiembre. Otra vez.

Durante la ESO me fastidiaba tener que ir a septiembre, siempre con las matemáticas colgando, pero lo hacía resignada, porque, en el fondo, no me esforzaba con los examenes y me daban igual. Pero este año me he esforzado más que en toda mi vida, para aprobar y para poder subir un poquito la media. La carrera que he escogido -Historia del Arte- no precisa de una media muy alta, pero ¿y qué? Lo hacía como reto personal, porque quería dejar de ser la "chica del cinco". De acuerdo, seamos sinceros, tampoco me he matado a estudiar. Pero lo he intentado, lo juro.

¿Y qué recibo? Volver de nuevo a septiembre. Yo sola, como siempre. Como la patética chica del cinco que está en bachiller de puro milagro. Como la patética chica a la que no le importa suspender porque está acostumbrada, y a la que sacar un seis le parece un milagro.

Me siento -hablando mal y pronto- una puta mierda. Quería... joder, yo quería aprobar ahora, estudiar todo el selectivo, pasar los nervios con los de mi clase, con mis amigos, por una vez hacerlo todo en junio y olvidarme en septiembre. Quería saber lo que se siente pasando el verano despreocupadamente y sin tener pesadillas con los examenes de septiembre (verídico).

Quería ir con mi clase. Ya me he perdido la graduación, y también me perderé los nervios con ellos.
Nunca he sentido que formara parte de esa clase del todo, pues llegué en segundo de la ESO y ellos llevaban juntos desde preescolar. Y así lo único que consigo es sentir que me han arrancado con espátula de ellos. Ya está, se acabó. Nunca volveré a formar parte de esa clase. Las semanas que quedan iré a distintas clases de apoyo para selectivo con ellos, pero sin formar parte de su mundo.

Y el selectivo, en septiembre. Como los que no iban a clase. Como los que les daba igual aprobar o no. Como los que se dejaban asignaturas porque no querían o no podían con ellas. Como los que pasaban de hacer los trabajos o los deberes.

¿Seré una pretenciosa por venir de un instituto de gitanos y pretender formar parte de la élite más erudita?

Cada vez que lo pienso, no puedo evitar llorar. Aunque parezca una tontería. Sólo quería demostrarme a mí misma que, por un año, podía sacarlo todo en junio. Qué miserable me siento.

Y lo peor no será arriesgarme a quedarme sin plaza en septiembre. Lo peor será enfrentarme de nuevo a los examenes de filosofía en septiembre y suspenderlos. Y repetir. Eso será lo peor. Porque no repetiré curso. Si tengo que repetir, lo dejo. Lo dejo, y además le pincho las ruedas del coche. Yankee Lolita, siempre he querido probarlo.

Así que así es la vida. Mañana trataré de ir a clase y ver la cara de suficiencia de los demás con sus sobresalientes y sus selectivos en junio (que en realidad irán a clase cansados y estresados, pero, para mi mente enferma y envidiosa, tendrán esa cara).

Me voy a llorar y autocompadecerme un rato. No sé qué me da más asco, si la pena que siento por mí misma o el hecho de que la gente piense de mí que soy como el resto de ineptos.

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