jueves, 3 de junio de 2010

Hitomi

Mamá se encontraba entrenando en el jardín trasero, le daba golpes al maniquí que yo había apodado Bo-chan con un boken. Eran golpes rapidíiiisimos, que me costaba seguir con la mirada cuando mamá me dejaba ver sus entrenamientos, lo cual era pocas veces, cuando la abuela Asagi no estaba dándome clases. Las clases son un rollo, pero la abuela Asagi me da capones si no atiendo.
Bueno, el caso es que estaba mirando a mamá darle golpes a Bo-chan cuando escuché la puerta. ¡Una visita! Salí corriendo desde el patio al vestíbulo, atropellando a una criada que iba a abrir la puerta. De lejos escuché a mi madre gritar "¡No se corre por el pasillo!", pero me daba igual, sabía quién había venido a visitarnos.
Abrí la puerta de un tirón y me lancé a los brazos de tío Hiroki, mientras él, que ya conocía el ritual, soltaba el regalo que llevaba en la mano y me cogía para darme vueltas por el aire. Me encantaba el tío Hiroki, era súper amable conmigo y siempre me hacía regalos.
Mamá llegó detrás de mí, todavía con el pecho cubierto de vendas al aire y el kimono por la cintura, y brillante por el sudor del ejercicio.
-Hiroki -murmuró ella, mientras se inclinaba en una reverencia educada- Hitomi, baja y salúdale como las personas.
-Vaaaale -me deshice de los brazos de tío Hiroki e hice una inclinación con la cabeza.
-Qué mayor estás, Hitomichan -sonrió él, acariciándome el cabello.
-¡Siiii! -Exclamé- ¡Dice mamá que he crecido un palmo desde el mes pasado!
-Eso es porque te terminas el pimiento -apuntó ella, mientras me cogía de la mano para llevarme dentro- y si te comieras toda la cebolla, crecerías todavía más ¿ves lo grande que es Hiroki? Eso es porque comía de todo ¿a que sí?
-Sí -tío Hiroki me cogió de la cintura y me sentó sobre su hombro. Estaba altíiisimo, y me daba un poco de vértigo- y si no te comes todo lo que dice tu madre, no te daré el regalo.
-¿Le has vuelto a traer un regalo? -Mamá se giró, enfadada. Me cogió de los brazos de Hiroki y me mandó a mi habitación; ellos se metieron a hablar en el salón, y, como la abuela Asagi me enseñó, me acerqué sigilosamente y escuché. Sabía que estaba mal, pero de paso practicaba.
-Hiroki, te he dicho mil veces que no traigas tantos regalos -le estaba regañando mamá al tío.
-¿Por qué? -Se quejó él- No hago ningún mal.
-No, pero se malcría y luego con qué cara le digo que no puedo comprarle más muñecos cuando pasamos delante de alguna tienda. Me estás convirtiendo en la mala, Hiroki.
-¿Quieres que te dé más dinero? -Preguntó él, se le notaba algo incómodo. La abuela Asagi también me estaba enseñando a notar los sentimientos en la forma de hablar de las personas. Cuando lo hizo, me di cuenta de que mamá estaba triste casi siempre.
-No, no quiero más dinero, será mejor que te lo gastes en Hikaru -Odiaba al primo Hikaru, era egoísta y tonto, y siempre me decía que mi pelo parece remolacha y es feo.
-Hikaru tiene de todo, sabes que por parte de su madre nunca le faltará de nada, pero a Hitomi...
-A Hitomi tampoco, el dojo cada vez va mejor ¿sabes? Podemos apañárnoslas sin ti.
-Yumi, no seas así, sabes que lo hago...
-Ya sé por qué lo haces, Hiroki -mamá se acercó a la puerta y yo me escabullí corriendo. Aún pude escuchar cómo le pedía que se marchara.

Fui a despedir a tío Hiroki en la entrada y me dio un besote muy grande en la mejilla. Me dio un yukata nuevo envuelto en papel de seda y se marchó revolviéndome el cabello con la mano.

Después me fui a hacer los deberes de caligrafía. Sabía que mamá siempre lloraba un poco cuando se iba el tío Hiroki y no quería molestarla.

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