lunes, 5 de julio de 2010

Glorioso

No recuerdo muy bien el principio, sólo sé que estábamos ahí. Era como el interior de un castillo por la noche, del suelo al techo hecho de piedra, anaranjada a la luz de las velas. El techo se alzaba muy alto por encima de nuestras cabezas, y todos aguardábamos nuestro turno para poder formar parte del lugar.
Encima de una especie de escenario había un chico que llamaba a los oyentes uno por uno, y cuando me tocó a mí, me quité las gafas para estar más guapa y las dejé sobre la mesa, y en seguida aprovecharon los que la compartían conmigo para esconderlas y que no llamaran la atención; me acerqué tímidamente al púlpito y me hizo una pregunta sencilla, que contesté con un bajo "sí". Pero claro, se supone que era alemán, así que repetí de nuevo la afirmación en alemán por si acaso "siepen".

Después me dio un cáliz y me dijo que ya pertenecía a la Orden y yo corrí hacia afuera para enseñárselo a mi madre. Entonces el paisaje comenzó a parecerse al de mi instituto. Mi madre me felicitó sin saber muy bien qué estaba pasando, y revisamos mi indumentaria. Llevaba un vestido naranja calabaza con toques en azul oscuro, de terciopelo sintético, y unas botitas marrones que mi madre afirmaba que había hecho ella. Le dije que yo quería haberme vestido de blanco porque quería ser una sacerdotisa, y le pregunté si no se podía teñir algo para hacerlo blanco, aunque fuera de ese material.

Ella se fue después de que le diera a mi tía un regalo que consistía en la peli de Pocahontas en VHS. Ella se mostró muy agradecida, así que supuse que le había gustado.

Al regresar al interior del castillo, me encontré con una especie de hall que conectaba con muchas estancias y había unas escaleras que subían hacia las habitaciones. Había un par de guardias y el sacerdote que me había iniciado, sentados en una mesa jugando a las cartas. Me advertían de un personaje especialmente poderoso y me indicaban el camino hacia la taberna. Bueno, la habitación que hacía de comedor.

Una vez allí busqué un asiento libre, pero los únicos que había estaban ocupados por una espada cada uno, así que decidí coger una y dejarla con la otra espada, pero el chaval que se sentaba al lado me advirtió que al enano dueño de esa espada no le gustaría que la tocasen. Efectivamente, al cabo de un rato los enanos llegaban y el dueño del arma gritaba que alguien la había tocado. Finalmente se ponía en pie y desenvainaba, y al ver que todos los demás lo hacían con gesto iracundo, no me quedó más remedio que ponerme en pie y desenvainar, pero al palpar mis bolsillos me di cuenta de que no llevaba nada.
-Cariño, eso son tus bolsillos, no llevas tu arma - me decía More, con gesto divertido. Entonces me di cuenta de que no era una humana, era un kender, pero no sentía deseos de charlar sin parar y de coger todo lo que se me ponía por delante. Era un kender extraño, un kender que se dejaba su única arma -una daga- en la habitación. Mi primera idea fue correr hacia allí y recuperarla, pero me dio miedo ir sola, además me parecía que chafaría el ambiente de batalla.

La pícara aprovechó ese momento para hacer un baile sensual, y todos nos reímos interiormente porque consideramos que, en el mundo real, un baile así, rodeada de hombres armados, estaba de más.

El caso es que al final el ofendido enano relajaba el gesto y la tensión ambiental sonriendo y sentándose, y cuando todos los demás lo hicieron, aproveché para levantar la mano y solicitar que me dejaran hablar.
-He sido yo quien ha tocado tu espada, es que quería cambirla de sitio para poder sentarme -le decía al enano con voz de arrepentimiento total.

Después de dudar un poco sobre qué espada sería, se la entregaba al susodicho y este sonreía y se giraba, avergonzado.
-No puedo enfardarme contigo, me esperaba de ti que lo hicieras -porque era un kender, supuse- además, con este bulto en los pantalones no puedo hacerte nada.

Y es que por lo visto al enano le había excitado mi cara de niña buena. Luego More y yo charlábamos y yo le decía que no quería luchar, que sólo quería rolear. Él me contestaba que rolearíamos, pero de una manera... diferente. Y nos reíamos con gesto pícaro, sabiendo que nos estábamos cargando la historia de nuestros personajes.
Después hablaban sobre a quién querían matar y More decía que su víctima era Maverick, un protestante (?) que parecía inofensivo hasta que se metía dos rallas (de coca, supuse). Y me dio miedo pensar que alguien podría matarme por la noche.

No recuerdo nada más, pero ha sido uno de los sueños más gloriosos que he tenido últimamente. Ojalá no se hubiera acabado tan rapido. Os aseguro que la ambientación, la gente que había (a la que conocía) y la manera de hablar y moverse... era rol en vivo puro y duro. El más perfecto rol en vivo.


Además, eran todos muy muy amables =3

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