jueves, 1 de diciembre de 2011

Prohibido

Su mano desató el obi, estaba nervioso, excitado. Sus impulsos eran impetuosos y torpes y con un tirón retiro lo poco que quedaba atado. Dejó el obi de color negro sobre el tatami, al retirarlo, el kimono se separó levemente del cuerpo, ella atinó a tapárselo con vergüenza, el cogió sus muñecas, esta vez con más delicadeza, pero siendo firme, y las retiro dejando que el kimono se abriera dejando entrever su cuerpo. Sus mejillas de tornaron del color de su pelo, de un rojo intenso y vivaz, que contrastaba su pálida piel.
El le deslizó el kimono por sus hombros, tocando su fina piel, con sus manos rugosas, de haber entrenado demasiado, ella también las tenía pero conservaba la fineza de una mujer .

El kimono cayó al suelo, abriéndose sobre el futón, él, deshizo las vendas que aprisionaban sus pechos. Al soltarlas, pudo verlos, pequeños, y claros, los rozo con los dedos, como un niño, ella interpuso sus brazos, aferrándose con fuerza a su pudor, él la besó y perdió toda la fuerza que le quedaba, dejándose llevar, sus brazos se apoyaron sobre el futón y el cangrejo la tumbo despacio sobre este.
Los labios del bushi besaron su boca, su comisura, su cuello, sus pequeños pechos, besaron su vierte terso y se perdieron entre su intimidad, intentó proferir un quejido, pero ninguna palabra salió de su boca, solo un gemido seco. El hombre se irguió y se retiro la ropa, ella lo observaba, observaba su cuerpo con la mirada desviada, miraba su torso fuerte, marcado por las cicatrices de la batalla, sus brazos, con los que la había cogido y la había llevado a aquel cuarto casi sin problemas, miraba su sexo, con la más alta de las vergüenzas.

El se tumbo encima de ella, beso sus labios con ternura y sus manos buscaron el cuerpo de ella con deseo. Acarició cada parte, toco todo aquello que estaba prohibido por su ley, beso todo su cuerpo hasta que el deseo la inundó, y se dejó llevar.
Al principio el dolor se hizo paso, se agarró fuerte a la espalda del cangrejo, mientras este tomaba, despacio. Ella profirió un pequeño grito, pero se mordió el labio. Nunca tenía que mostrar el dolor, le habían enseñado.

La danza continuó, ahora más lentamente, entre dolor y placer, entre mordiscos y caricias, entre amor y deseo. Al poco el cangrejo había llenado a la pequeña mujer, estaba encima sintiéndola contra su cuerpo, notaba como ella lo deseaba, como disfrutaba de cada momento. Cogió su pequeña mano que apenas llenaba la mitad de la suya, entrelazó los dedos y se movió lentamente, ella se mordía el labio por el dolor que le provocaba, pero su otra mano recorría el cuerpo del guerrero, acariciándolo con sus delicados dedos.
Su pelo ya caía en cascada sobre el futon y el rojo de su cabello se mezclaba con el rojo de su kimono.

El cangrejo profirió un pequeño gemido, ella noto como crecía y poco a poco se derramaba en ella. Noto las últimas embestidas y el vació que dejo en su cuerpo al recostarse a su lado. Ella apoyo su pequeña cabeza en el pecho del cangrejo, estaba caliente, y olía bien. Se acurrucó bajo el brazo del cangrejo mientras la sabana se teñía del color de su clan.


Bueno, esto es lo que hace una noche de aburrimiento y muchos kilos de inspiración.
NO soy Neptune, soy More.

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