jueves, 30 de mayo de 2013

Inés III


Leonardo me tendió la mano desde el interior del carruaje, para ayudarme a subir. Me apoyé en su mano y en el hombro del criado que abría la puerta, y me acomodé en el asiento.
-¿Al Eliseo? -Preguntó el cochero desde fuera. 

Tafari entró por la puerta abierta y se sentó a mi lado. El negro rozaba el techo con la cabeza, y ocupaba más de la mitad del asiento, así que tuve que extender mi falda sobre sus rodillas. Leonardo le miró con disgusto.
-¿Tiene que venir él? -Me preguntó, mientras le hacía una señal al cochero para que se pusiera en marcha. Pronto, se comenzaron a escuchar los cascos de los caballos resonando sobre el pavimento.
-Sí -respondí. Tafari no movió un músculo de la cara. En teoría sólo hablaba latín, pero últimamente estaba segura de que había aprendido francés e italiano a base de escucharlo, pero que hacía como si no. Negro listo...-¿Y si nos atacan por el camino?
-¿Quién va a asaltar mi carruaje en mitad de París? -Leonardo se recostó sobre el asiento, con una sonrisa socarrona. Era terriblemente atractivo, pero no podía evitar que una parte de mí, simplemente... le despreciara.

Le hice caso omiso mientras apartaba ligeramente las cortinas y miraba a través de la ventana. Acababa de anochecer, y las calles aún estaban animadas. El toreador hizo un sonido con la garganta, pero no le miré.
Leonardo... posiblemente era uno de los vampiros con más atractivos de París, y uno de los hombres más indecentes que había tenido el "gusto de conocer". Todo en él era pecaminoso, desde sus palabras a su forma de mirar, su casa, sus obras de arte...
Le amaba como jamás había amado a nadie; como me amaba Tafari a mí, de una forma irracional, de una forma que no admitía réplicas. Era el maldito vínculo de sangre. No era un amor sano, no era un amor romántico, ni bonito. Rayaba en la obsesión. Chasqueé la lengua contra el paladar. 
Reconocía que no había sido una buena mujer. Siempre le había evitado en asuntos maritales porque, al estar muertos, no podíamos concebir. Había estado más centrada en la política y mi economía que en hacerle feliz. Entendía que todos los problemas que habíamos tenido habían sido culpa mía, pero durante los últimos años había tratado de resarcirme, de suplir todos mis defectos. Sin embargo, creía que tanto Leonardo como yo nos estábamos cansando...

De pronto, el carruaje se detuvo súbitamente. Tan súbitamente que caí en el regazo de mi marido. Este rió, mientras se incorporaba para mirar a través de la ventana. Le imité. Frente al coche de caballos había una mujer con un bulto en brazos; vestía poco más que harapos y estaba descalza, con los pies cubiertos de mugre. 
-¡Su excelencia! -Gritó, alzando el bulto frente a ella. Resultó ser un bebé- ¡Por favor! ¡Aquí tengo a vuestro hijo!

Miré a Leonardo. La situación me ofendía profundamente, pero no podía evitar sentir lástima por aquella mortal patética. Éste rió a carcajadas, mientras cogía el pomo de la puerta.
-Espera, ¿vas a salir? -Le pregunté.
-Claro, tengo que reconocer a "mi hijo" -respondió, con expresión divertida.
-¿Conoces a esa mujer? 

Sin responderme, salió del coche, apoyándose sobre el marco de la puerta.
-Querida... ¿de quién es ese bebé? -Preguntó, sin borrar la sonrisa de su cara.
-Es... es vuestro, su excelencia... -respondió ella, bajando la voz y con expresión asustada. Vio mi rostro severo asomando por la puerta, mirándola, y agachó la cabeza, mientras aproximaba a aquel bebé a su pecho. Leonardo volvió a reír.-¿Acaso no os acordáis de... de aquella noche? ¡Me convencisteis para yacer y yo todavía era doncella!
-Por supuesto que me acuerdo, querida, pero para nada erais doncella -respondió él, con un ataque de risa. Aquella declaración me dolió, así que volví a sentarme en el interior del carruaje, apoyándome sobre el respaldo. No sabía si quería escuchar el resto de la conversación- me temo que vuestra doncellez había desaparecido mucho antes de que yo hiciera aparición. -de pronto, cambió de expresión, hacia una más dura- Os lo preguntaré una vez más, campesina, ¿de quién es ese bebé?

Tuve que mirarle, estaba utilizando ese poder de nuevo. Incluso Tafari giró su cabeza para mirarle. Dios mío, ¿por qué me haces esto? ¿Por qué otorgarle tamaña belleza a un ser tan deleznable? 
-Es... es... del chico del herrero -respondió ella, hipnotizada, sumida en un trance provocado por el vampiro.
-Muy bien -Leonardo se aproximó a ella, mirando con desprecio el bulto entre sus brazos, y cogiéndole la barbilla entre los dedos- pues vete con el chico del herrero y cárgale el niño a él. Si vuelves a intentar manchar mi nombre diciendo que voy engendrando bastardos por la ciudad, y encima delante de mi esposa... en fin... -suspiró, mirándola a los ojos- te encontrarán flotando boca abajo en la orilla del Sena, y ese pequeño monstruo que tienes entre los brazos acabará vendiendo su culo por un poco de pan.

Los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas, asintió, apretó al bebé contra su pecho, y salió corriendo. 
El italiano volvió a meterse en el carruaje y cerró la puerta tras él. Me miró mientras se acomodaba sobre el asiento, y golpeaba la pared de madera para que el cochero arrancara.
-Perdona por eso -dijo, con expresión socarrona.-No me gusta implicarte en esos asuntos.
-Mientras sigas siendo un libertino, te seguirán pasando cosas así -respondí bruscamente. La humillación se agolpaba contra mis mejillas, y si fuera una persona que llorara a menudo, tendría ganas de hacerlo.

Antes de que pudiera responder, el carruaje se detuvo de nuevo, ya que habíamos llegado al Eliseo. Mis palabras cayeron en saco roto, de nuevo, ya que la primera persona que estaba en la puerta esperándonos era La Rosa, que recibió a Leonardo con la sonrisa más atractiva que pudo esbozar.

4 comentarios:

  1. Muy chulo, me ha gustado.
    Añádelo al diario de crónica de Inés, si bien no tiene mayor trascendencia en la historia general, es un bue reflejo de como era la relación entre ambos vampiros por esa época.
    Escribe más.

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  2. Lo escribí en un principio pensando en la crónica. Luego pensé que era un episodio intrascendente, así que lo colgué aquí. Has sabido captar perfectamente su función.
    ¿Que escriba más? ¿Sobre Inés o en general xD?

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  3. Lo que más te guste en el momento adecuado.
    Escribir sobre tus personajes es algo que ayuda a comprender tus personajes, pero puedes escribir sobre lo que quieras.
    ¿Que tal uno de Doji Aiko?

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  4. Tengo uno a mitad en los borradores. Aunque aún no sé muy bien cómo enfocarlo.

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