¡Un pidgey salvaje apareció!

Hoy he ido a recoger a More a la parada del tranvía después de clase para comer juntos, y como estaba tan cansada decidí que comeríamos de su tupper sentados en la hierba, porque POR FIN hace buen tiempo y huele a verano.

El caso es que de repente ¡un pidgey salvaje apareció! Y con pidgey me refiero a un pajarillo que todavía no sé de qué raza es, pero es más bonito, parece un pollito.
Lo cogí porque no sabía volar, y miraba hacia el árbol por si veía a sus papás revolotear a mi alrededor, que es lo que me pasaba cuando recogía gorriones de pequeña. Pero como no veía que ninguna madre protectora quisiera atacarme, ni ningún nido a la vista en el árbol, decidí llevármelo a casa porque un pajarito tan pequeño está a merced de todos los gatos de la zona. ¡Que coman whiskas!

Al final me lo he traído hasta que aprenda a volar y luego lo llevaré de nuevo al lugar donde lo encontré para que se reúna con los suyos.
De momento tengo que estar muy muy pendiente porque Nala ronda a su alrededor con la lengua fuera y demasiadas ganas de conocerle. Dice mi madre que tiene curiosidad, pero cuando se ha relamido y le ha lanzado un bocao ya me ha dado mala espina. Así que el pajarillo se queda recluído en mi casa.

El problema será para llevármelo mañana a casa de Bestia, aunque peor, porque tenemos partida por la tarde en casa de Tybalt; tendré que pasear al pajarillo por toda Valencia, la mare que va.
Le hemos llamado Pidgey, que es un nombre más genérico (lo siento, no sé distinguir un macho de una hembra, no tienen las gónadas tan evidentes como en los mamíferos) y porque nos ha hecho gracia, porque More y yo estamos enganchados a Pokemon otra vez (y lo que mola cuando saco mi game boy megaarcaica y la gente flipa en colorines.)

Bueno, y con esto y un bizcocho...